martes, 6 de febrero de 2018

En memoria de Don Temis




la paz es una oportunidad y un reto que nos invita a reflexionar constantemente. No es asunto de un grupo en particular de la sociedad sino de todos/as, es la apuesta por intentar superar la hoja manchada de sangre y dar paso a un escenario de reconciliación y perdón. Lástima que cada vez sea un sueño postergado en nuestros tiempos y aún más cuando sabemos de noticias tan lamentables como el vil asesinato contra el defensor de tierras de Buenaventura, Temístocles Machado.

La vocación de ser líder social en Colombia se concibe como un sinónimo de exclusión, persecución, victimización y estigmatización por parte de las fuerzas oscuras del Estado y los grupos criminales en las distintas regiones. Parte de esta situación, la vivió en carne propia Temístocles Machado en su ejercicio comunitario al servicio de los más necesitados, simplemente una opción preferencial por los pobres que habitan la tierra de Petronio Álvarez (Véase).



En efecto, su amplia trayectoria orientada a la defensa del territorio, las luchas de los derechos colectivos y la resistencia comunitaria es parte del legado hecho vida por Don Temis como era conocido por las comunidades negras en Buenaventura. A sus 58 años de edad cerró sus ojos por causa de una de las peores enfermedades de la sociedad colombiana: la violencia, esa que por décadas ha dejado familias desquebrajada por el dolor y otras enriquecidas a través del negocio de la guerra.


El carácter ético de Don Temis siempre fue su carta de presentación ante la sociedad, su necesidad de luchar por los más necesitados era la muestra de su coherencia orientada a reivindicar los derechos de las comunidades situadas en el Barrio Isla de Paz, una disputa territorial en defensa de los derechos de las familias de esta zona contra la persecución de sectores de la sociedad portuaria, grupos mafiosos, la clase política tradicional y los actores armados (ejército, guerrillas, paramilitares y bandas criminales) que han visto con gran interés la ubicación estratégica de esta comunidad frente a la lógica de expansión portuaria (despojo territorial).

Sin embargo, qué se puede esperar si a las 5:10 p.m. del sábado 27 de enero del presente año, dos hombres armados llegaron al parqueadero de su casa y en un acto miserable dispararon en tres ocasiones, un impacto de estos fue directo a su cabeza, dejando sin vida a uno de los líderes y miembro del Proceso de Comunidades Negras (PCN) más importante en el tema de la defensa, resistencia y autonomía de los territorios afros en Buenaventura.

La compleja situación que presencia Buenaventura no es nada nuevo para los líderes sociales y el equipo del Comité del Paro Cívico que paralizó el puerto más importante de Colombia por 29 días el año pasado, exigiendo las mínimas condiciones que debe garantizar el Estado en esta región (salud, educación, cultura, economía y seguridad, entre otras). Por el contrario, fue un tema que siempre estuvo presente en las discusiones y demandas realizadas ante las entidades correspondientes, y una vez más queda demostrado la falta de voluntad, capacidad y garantía por parte del gobierno nacional en esta zona del Pacífico.

Por supuesto, no es nada nuevo para las élites del país que Buenaventura solo tenga importancia por su naturaleza de ser puerto, la capacidad de conectar el Pacifico en términos de una economía transnacional y su posición estratégica para el mundo de las mafias aliadas con la clase política tradicional dela región, nada nuevo en un laboratorio de violencia que han construido históricamente para atropellar el derecho a la vida, la dignidad y el desarrollo de un vivir bien al interior de las comunidades negras.

El asesinato de Don Temis no solo fue contra él, su familia y amigos, representa un atentado directo sobre las comunidades por defender sus territorios, una forma de generar incertidumbre sobre los avances del proceso de paz, los acuerdos regionales y la generación de un ambiente caracterizado por la violencia sistemática contra los líderes sociales del país (asesinatos masivos).

Asimismo, es la muestra profunda de la incapacidad del Gobierno nacional por construir la paz desde los territorios y la importancia de la democracia desde abajo, lo que está viviendo la sociedad bonaverense nos debe invita a reflexionar: ¿qué pasa en Colombia con nuestros líderes comunales? y ¿quién asume la responsabilidad de estos hechos? Que no venga a salir con la misma receta de siempre: investigaciones a medias, los mismos cuentos mediáticos, la “voluntad” política sin resultados concretos (aguas tibias) y la dilatación de los verdaderos responsables de estas situaciones que muestra el vacío de construir la paz desde las regiones.

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